“Que me perdonen las mujeres, pero no sé nada ni de masas ni de arepas”
GAO
POR: GIAN CARLOS JULIO DE LA ROSA
Cuando se trata de frotar, acariciar, chupar y como decimos en el ambiente popular, “arecostar los pelos”, las matemáticas de mis conocimientos se reducen ineludiblemente a cero. Y es que una práctica sexual tan antigua, como la que se da entre mujeres, goza de las más exquisitas complejidades, que desde mi rol social (masculino) me queda enormemente difícil de entender. Una mujer con otra, independientemente del placer sexual que experimenten mutuamente, para nosotros los del común, no podrán alcanzar nunca, lo que se experimenta con un hombre:
“Porque la vagina es un órgano diseñado exclusivamente para el pene”
Esa parece ser la máxima dentro de las relaciones sexuales, la mujer (como construcción social) está diseñada anatómicamente para que dentro de ella, por medio de su vagina se geste la gloriosa reproducción y nuestra sociedad, coitocentrica por excelencia, está ahí para menospreciar este tipo de prácticas. Sin embargo, a pesar de que cargamos sobre los hombros este tipo de patrones culturalmente establecidos, las mujeres siguen gozando del (mejor) sexo con otras mujeres y la especie sigue poblando al mundo, aunque ellas se deleiten con el roce de sus entrepiernas.
Culturalmente se cree, que aquellas mujeres que tienen prácticas sexuales con otras, simplemente están en una etapa de experimentación y que cuando por fin superen este estado de transición, volverán como el perro regañado, a meterse el rabo entre las piernas. La mujer en muchas partes del mundo y todavía más en la ciudad de Cartagena, fue concebida (perdónenme la expresión) para hundirle los pelos y no para arecostarselos. Por otra parte, si una mujer quiere experimentar el “verdadero” placer sexual, debe ser penetrada para que su hombre le haga ver las estrellas.
La mujer en Cartagena, no sólo es la pieza clave para la reproducción de la especie, sino que también su sexualidad está supeditada a los patrones coitocentricos que rigen a nuestra ciudad machista y en muchos casos misógina. En otras palabras, la sexualidad de la mujer y el goce de esta misma, dependen única y exclusivamente del órgano de los hombres.
“un pene para una vulva”
Una cosa tan sencilla como imaginarnos a un par de mujeres teniendo relaciones sexuales, la asociamos inmediatamente al uso de un aparato fálico que asimila al pene masculino. Gracias a la religión, a la ciencia, al cine y al cine porno, los sujetos del común creemos que las relaciones lésbicas para que alcancen el climax, necesariamente tienen que estar acompañadas de cualquier cosa que remplace al aparato masculino. La mujer tiene que ser penetrada independientemente de que este o no en compañía de un hombre y su disfrute este condicionado (mentalmente para nosotros los del común) a este tipo de prácticas coitales.
“algo tiene que entrar, porque esa soba que soba, lo que deja a la mujer es arrecha”
En efecto, las relaciones lésbicas, unas que otras, utilizan ciertos juguetes para la estimulación; sin embargo, no es regla general que todas las relaciones de este tipo tengan necesariamente que estar mediadas por uno de estos juguetes. La sexualidad como lo hemos mencionado en muchos de nuestros textos, no está sujeta exclusivamente a la penetración y que otro tipo de prácticas son igual de satisfactorias y a mi parecer más especiales que las que se experimenta con la penetración. La sexualidad se experimenta, explota y se vivencia hasta en las caricias mas mínimas y se escapa al reduccionismo sexual, culturalmente hablando, al que se nos ha sometido.
La racionalización de la sexualidad ha traído consigo también, la idea de que hombre con hombre da rasquiña y que mujer con mujer, aunque se den “toda la lengua que quieran”, jamás experimentaran lo que experimenta una mujer con un hombre. Paradójicamente, lo más perverso de todo, es que las relaciones entre hombres gozan de cierta aceptación, porque de una u otra manera se ciñen a la lógica del coito: un hueco y un pene para meterlo por ahí… pero la mujer por su parte, en este caso las mujeres lesbianas, deben conformarse solo con hacer arepas.
Ahora bien, la arepera, la machorra, la tostiarepa, la lesbiana, la camión, llámenle como lo quieran llamar, han hecho una cosa que en el plano de las relaciones sexuales, es fundamental: han elegido. Han elegido con quien compartirán sus experiencias intimas y eso es una cosa que los demás deberíamos aprender. El goce sexual, en este caso depende de la libertad de elección y no de que alguien penetre y otro sea penetrado. La sexualidad al igual que el erotismo, consiste en un juego en donde cualquier movimiento suma puntos en la escala de la satisfacción mutua.
Lastimosamente en nuestro Colectivo, no contamos con una mujer que escriba sobre la distinción, la importancia y el reconocimiento que merecen este tipo de relaciones, en una ciudad tan conservadora y plástica como la nuestra. Como anecdótico, haciéndole honor al título del texto, solo puedo decir que en esta ciudad, como para algunas otras, las relaciones sexuales entre mujeres son vistas como una fantasía sexual para los hombres y que a fin de cuentas, mujer sin un pene, jamás estará completamente satisfecha….